viernes, 26 de febrero de 2010

Religión y deporte

Después de filosofar alrededor de la existencia de Dios en el blog de Lu, mientras los antibióticos siguen haciendo efecto, voy a divagar sobre dios y el deporte, o, mejor dicho, sobre su reencarnación en deportistas, sus apariciones o como se le quiera llamar.

Empezaremos en los play off de la NBA de 1986. Los todepoderosos Boston Celtics se enfrentan a los Bulls, liderados única y exclusivamente por Jordan. Anotó 63 puntos, expulsearon a cuatro de sus defensores por faltas y él solito forzó dos prórrogas. Jugó 53 de los 58 minutos de partido. Los Bulls perdieron ante uno de los mejores equipos de la historia, pero Larry Bird dejó una frase para el recuerdo: "Hoy he visto a Dios disfrazado de jugador de baloncesto".

Karl Marx dijo que la religión es el opio del pueblo. Si en vez de religión hubiese dicho fútbol, hubiese acertado al 100%. Dios se ha aparecido varias veces, sobre todo en Maradona, sobre todo jugando contra Inglaterra, sino ahí está la Mano de Dios -imitada luego por su yerno o por Massi, su sucesor-. Los culés empezamos a adorar a Iniesta como un santo después del gol contre el Chelsea, y ahí sigue, tan blanquito (pero solo de cara, eh) en su pedestal. Todos los equipos y aficionados tienen por un motivo u otro un Dios en la historia de su equipo. Atención a la reacción ultrareligiosa de Carlos martínez después del gol.





También deportistas individuales parecen estar tocados por los dioses: Lance Armstrong, Hicham el Guerrouj, Tiger Woods -este sería el dios caído-, Federer y un largo etcétera. Y los Atletas de Cristo (como Kaká), y los deportistas que siempre agradecen sus triunfos a Jesus, a la familia, y a Dios.

En el lado opuesto tenemos el infierno o mejor dicho, los infiernos. Esos campos de baloncesto o fútbol griegos, turcos o ex-yugoslavos donde ibas a jugar y te llovía de todo, en plan retorno de Figo al Camp Nou, aunque los nombres intentaban disimular la agresividad del público (sino, mira el Pabellón de la Paz y la Amistad de Olympiakos). Sinceramente, prefiero esos infiernos, con el público encima tuyo, a los campos vacíos. Es más, si eso es el infierno, me gustaría ir algún verano.






Conclusiones: sigo sin creer en dios, se me ha pasado por alto la Iglesia Maradoniana, la sociedad es tan gilipollas como para venerar a tipos normales y corrientes que destacan en su deporte, básicamente porque salen por la tele, y los héroes anónimos mil veces más venerables que ellos son eso, anónimos. Ah, y golazo de Iniesta.
Esta entrada es un poco mezcla del aburrimiento, el filósofo reprimido que llevo dentro, la suma de antibióticos y placas de pus, volver a ver el gol de Iniesta y el buen sabor de boca que me dejó el Panathinaikos-Barça de ayer, en el infierno verde (aunque parecía un velatorio).

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