En el recientemente celebrado Festival de Cine de Sitges se ha presentado una de las que posiblemente sea la mejor película de ciencia ficción del año. Bajo el nombre de Moon, y con un presupuesto bastante modesto, el film narra la historia de un minero destinado a la Luna durante tres años en busca de una nueva fuente de energía.
Hasta ahí nada hace pensar que la película sea algo de otro mundo; d ehecho, puede que el argumento le recuerde a más de uno al emblema del género espacial Odisea 2001, que despegaba con un planteamiento similar. Sin embargo, el desarrollo de la acción es totalmente diferente. O mejor dicho, el de la "inacción", porque si Moon destaca por algo es por la ausencia de alienígenas, rayos láser y cualquiers otro cliché científico futurista que pueblan las salas de cine.
En su lugar, la película se centra en los aspectos más humanos del conflicto, con los sentimientos de claustrofóbia e incomunicación como fuente principal de conflictos. En ese sentido, la película recuerda más al Náufrago de Robert Zemeckis, donde Tom Hanks terminaba igual de abandonado, esta vez en una isla del Pacífico, acompañado por su entrañable pelota de voleibol Wilson.
En cierto modo, ambas películas parecen la consecución lógica de un mismo problema: la soledad. Sin embargo, llama la atención que, si bien hace unos años necesitábamos perdernos en el Pacífico para estar solos, apenas seis años después, tengamos que recurrir a la Luna para, en sentido figurado, desaparecer de la faz de la Tierra.
Y es que casi parece que el derecho a desaparecer haya redundado en sí mismo y haya terminado desapareciendo. El novelista infantil C.S. Lewis reivindicaba en sus libros que le gustaba estar solo, e invitaba a sus lectores a que buscasen un lugar especial y lo hiciesen exclusivamente suyo. No obstante, en un mundo tan avanzado tecnológicamente como el nuestro donde el internet y el GPS dan a entender que ya nada ni nadie se puede esconder, películas como Moon o Náufrago reivindican lo contrario.
Las nuevas tecnologías han hecho que, en tan solo seis años, los directores de cine arrastren a sus protagonistas del Pacífico a la Luna para garantizar su inviolabilidad. Tal vez en unos años, cuando se impongan dichas tecnologías en nuestro satélite, el hombre se vea obligado una vez más a refugiarse. Tal vez entonces, en la cara oculta de la Luna.
Hasta ahí nada hace pensar que la película sea algo de otro mundo; d ehecho, puede que el argumento le recuerde a más de uno al emblema del género espacial Odisea 2001, que despegaba con un planteamiento similar. Sin embargo, el desarrollo de la acción es totalmente diferente. O mejor dicho, el de la "inacción", porque si Moon destaca por algo es por la ausencia de alienígenas, rayos láser y cualquiers otro cliché científico futurista que pueblan las salas de cine.
En su lugar, la película se centra en los aspectos más humanos del conflicto, con los sentimientos de claustrofóbia e incomunicación como fuente principal de conflictos. En ese sentido, la película recuerda más al Náufrago de Robert Zemeckis, donde Tom Hanks terminaba igual de abandonado, esta vez en una isla del Pacífico, acompañado por su entrañable pelota de voleibol Wilson.
En cierto modo, ambas películas parecen la consecución lógica de un mismo problema: la soledad. Sin embargo, llama la atención que, si bien hace unos años necesitábamos perdernos en el Pacífico para estar solos, apenas seis años después, tengamos que recurrir a la Luna para, en sentido figurado, desaparecer de la faz de la Tierra.
Y es que casi parece que el derecho a desaparecer haya redundado en sí mismo y haya terminado desapareciendo. El novelista infantil C.S. Lewis reivindicaba en sus libros que le gustaba estar solo, e invitaba a sus lectores a que buscasen un lugar especial y lo hiciesen exclusivamente suyo. No obstante, en un mundo tan avanzado tecnológicamente como el nuestro donde el internet y el GPS dan a entender que ya nada ni nadie se puede esconder, películas como Moon o Náufrago reivindican lo contrario.
Las nuevas tecnologías han hecho que, en tan solo seis años, los directores de cine arrastren a sus protagonistas del Pacífico a la Luna para garantizar su inviolabilidad. Tal vez en unos años, cuando se impongan dichas tecnologías en nuestro satélite, el hombre se vea obligado una vez más a refugiarse. Tal vez entonces, en la cara oculta de la Luna.
Ver el tráiler de Moon.
Carlos.
A mí me llamaba, luego me dijeron que no era para tanto, que no estaba mal y poco más...
ResponderEliminarNo sé, puede que la vea, pero no está en mis prioridades, por mucho que sea del hijo de David Bowie (*_____*) xD
me gusta el argumento, me la apunto. gracias x la recomendación.
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